MADRID. «Humanidades y Enseñanza. Una larga lucha» (Taurus) es la seña de identidad del más esforzado y conocido defensor de las Humanidades en España, del griego y del latín, de su papel dentro de nuestra cultura y de nuestra enseñanza. Francisco Rodríguez Adrados reúne los artículos que ha publicado desde el año 70; tres décadas después, reconoce que vivimos un momento crítico: «Hablan de que va a salir la Ley de calidad de la Enseñanza, tal vez en marzo o abril, y culminaría quizá toda esta larga lucha que yo he llevado; por eso me pareció un momento oportuno para sacar este libro. Hay un transfondo de muchas cuestiones, a veces divertido, a ratos dramático», señala a ABC.

¿Una lucha incomprendida? «No. Hay muchos que la comprenden -dice-. En 1997 elaboramos un manifiesto que firmó muchísima gente importante en España, en campos muy diversos, y todos nos apoyaban. Yo creo que esta lucha la sigue mucha gente con simpatía. Ahora, es una lucha cansada; muchos se han cansado siempre de lo mismo. La última legislatura del PP fue para mí bastante traumatizante, cuando iban a salir cosas, luego se echaban para atrás por razones de tipo político y ahora parece que va otra vez para adelante. Si gobernara el PSOE, tendría que recoger velas y hacer reformas -una contrarreforma- en la misma dirección en que hoy se están haciendo». El profesor Adrados entiende que, junto a las Humanidades, en la Enseñanza hay mucho que revolucionar y retocar: «Hay que dar mucha marcha atrás, porque esa permisividad, esos niveles ínfimos, eso de que el profesorado esté indefenso hay que echarlo para atrás todo y hay que volver a las materias importantes. No sólo es lo de ahora, la Historia contemporánea y las técnicas más urgentes, sino materias de clásicas y de no clásicas. También la historia anterior al siglo XX es importante, y la Literatura». La clave consiste en que el Bachillerato ha quedado en un espacio mínimo -dos años-. «Dentro de ese espacio mínimo, el latín y el griego se han mantenido pero han quedado reducidos a un escalón muy pequeño. Se trata de que sean accesibles al mayor número de alumnos posible, en todas las Humanidades; no sólo en los que vayan a hacer clásicas».

Rodríguez Adrados, presidente de honor de la Sociedad de Estudios Clásicas, tiene la sensación de haber predicado en el desierto: «Las lenguas clásicas no son más que la punta del iceberg. Si desaparecen estaríamos perdidos en la Enseñanza. ¿Por qué? Porque el profesorado está muy desmoralizado y los alumnos, también».