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28 de junio de 2002

ABC, Madrid

Sube la temperatura en el Prado

NATIVIDAD PULIDO, MADRID

La majestuosa «Dánae» de Tiziano pasó tres siglos ininterrumpidos confinada en gabinetes privados para regocijo exclusivo de sus dueños. Pero no fue la única obra maestra que sufrió el «secuestro» de Reyes y nobles. El Prado reúne sus mejores desnudos en una exquisita exposición, resucitando su mítico gabinete privado.

Con la que está cayendo en Madrid estos días... y el Museo del Prado, subiendo aún más la temperatura. La sala 16b se convertirá durante todo el verano en la verdadera joya de la Corona, compitiendo con la mismísima sala ovalada, que atesora lo mejor de Velázquez, a pocos metros de aquélla. De la sabia mano de Javier Portús, conservador del museo, se ha recreado -aunque no fielmente- la mítica «Sala Reservada» que tuvo el Museo Real hasta 1838: se exhiben 23 cuadros con un denominador común, el desnudo. Envidia de cualquier museo del mundo, rara vez se ha concentrado tanta obra maestra por metro cuadrado. «Ahora mismo es, seguramente, el lugar más hermoso de la Tierra», afirma con orgullo el comisario. Basta un ejemplo: comparten pared «Las tres Gracias», de Rubens; «Adán» y «Eva», de Durero, y las dos «Majas» (la vestida, arriba, y la desnuda, abajo), recién llegadas de Washington.

El museo se mira a sí mismo

La exposición tiene su origen en un libro, «La Sala Reservada del Museo del Prado y el coleccionismo de pintura de desnudo en la corte española», del propio Portús, publicado en 1998. Ya se habló de la posibilidad de hacer esta muestra siendo director José María Luzón, pero ha sido Miguel Zugaza quien ha retomado definitivamente este proyecto tan atractivo. El director del Prado subrayaba ayer que esta muestra es un claro ejemplo de cómo visualizar de manera distinta la colección de la pinacoteca, de cómo reelaborar la forma de acercar las obras al público con un diálogo tan especial «para nuestros ojos modernos» como el que entablan estos iconos del Prado. En esta misma línea, Portús dice: «Cuando el Prado se mira a sí mismo, sale una exposición tan potente como ésta». Luego, bromea: «Ya puedo retirarme». Fondos, desde luego, le sobran al museo para concebir, con imaginación, exposiciones que, además de mostrar excelentes piezas, cuenten una historia.

Y la que relata esta muestra es maravillosa. Todo comienza en el siglo XVI: Tiziano le envía a Felipe II el lienzo «Venus y Adonis» y le dice en una carta que se dispone a realizar otras «poesías» para la colección de una habitación privada. Pero fue Felipe IV el Monarca que más amó la pintura de desnudos. Un dato: de los 23 cuadros expuestos, 17 llegaron a las Colecciones Reales bajo su reinado. Creó en el Alcázar el llamado «Cuarto Bajo de Verano», que albergaba tan comprometidos objetos. Reza un inventario que esas pinturas colgaban de la habitación «en que Su Majestad se retira después de comer». También conformaron las llamadas «Bóvedas de Tiziano». Mucho más pudoroso, la conciencia de Carlos III no le permitió tantas alegrías estéticas y ordenó quemar algunos de estos desnudos. Al pintor Mengs y al marqués de Esquilache habría que canonizarles, pues gracias a ellos podemos hoy disfrutar de estas joyas. Ya en el siglo XVIII, las obras «más indecentes» de las Colecciones Reales recalan en la Academia de San Fernando, hasta que el Museo Real (origen del actual Prado) los reclama en 1827 y crea la «Sala Reservada», que llegó a tener unos 70 cuadros. «Era un poco descafeinada -dice Portús. No llegó a tener la calidad artística ni la densidad erótica de las salas reservadas anteriores». El catálogo de la muestra incluye un ensayo de reconstrucción de cómo estuvo dispuesta aquella sala, que tuvo una corta vida: desapareció en 1838 y los lienzos pasaron a engrosar las escuelas nacionales a las que pertenecían sus creadores. ¿Le gustaría recuperar hoy esta sala en el Prado? «No sería deseable», dice Zugaza.

Rubens corrige a Tiziano

La censura hacía necesario recurrir a temas bíblicos o mitológicos para que un pintor se atreviera con el desnudo... Hasta que llegó Goya. Con él, la mujer no tuvo que convertirse en Eva, Venus o cualquier deidad para posar desnuda. Mucho se ha especulado sobre la ubicación de las «Majas» en el gabinete privado de Godoy. Portús cree que eran sobrepuertas (la vestida, exterior, y la desnuda, interior). Además de las citadas, hay expuestas muchas obras maestras salidas de la mano de Durero, Tiziano, Tintoretto, Veronés, Annibale Carracci, Guido Reni, Rubens, Furini y Goya. Destaca especialmente la pugna artística que mantuvo Rubens con su maestro, Tiziano, al que copia para corregir. Se aprecia perfectamente en «Adán y Eva»: se exponen juntos los lienzos de ambos.

El «nuevo Prado» parece que marcha por el buen camino: interesantes exposiciones, comienza a notarse la mano de Eulalia Boada en las relaciones externas... También hay novedades: Matías Díaz Padrón ha sido nombrado conservador emérito (lo que los anglosajones llaman senior curator) y se dedicará los próximos cinco años a proyectos de investigación.


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