12-08-2003

Festival de Sagunto ● Vicente Adelantado Soriano

Spartacus

Anoche tuvo lugar, en el teatro romano de Sagunto, la representación de Spartacus, ballet de Aram Khachaturian por el Gran Ballet Clásico de Moscú. Antes, como viene siendo habitual, se realizó un coloquio en torno a la figura protagonista, Spartacus en este caso, su época, las versiones cinematográficas, operísticas y de ballet que dicho capitán de esclavos ha inspirado a lo largo de la historia. Algunas de estas versiones, por su importancia, fueron analizadas con más detenimiento. Así se hizo con la famosa película de Kubrik desentrañando el mensaje que dicho film quería transmitir en el momento de su rodaje. De ahí se pasó a analizar la figura del jefe de gladiadores en la Rusia soviética.

Asistieron al coloquio los directores y coreógrafos de la obra: Nataliya Kasatkina y Vladimir Vasilov, antiguos bailarines del ballet que ahora dirigen. Ambos pusieron bien de manifiesto que en ningún momento, en su ballet, han querido ni pretendido hacer historia, aunque saben lo que opinaba de él Carlos Marx y Apuleyo. Ellos, según confesaron, querían dirigirse a la sensibilidad del público; deseaban despertar emociones y crear un espectáculo que fuera, ante todo, plástico y bello. Para eso contaban con la música, la coreografía y los bailarines. Nos descubrieron que gracias a los nuevos vientos que corren en Rusia se puede hacer ahora un final trágico. Antes estos estaban censurados: el final necesariamente tenía que ser un final feliz. Según Vasilov tienen ahora mucha democracia pero pocos rublos.

No se notó en el montaje. Sí acaso, aunque eso no es achacable a él, ni al ballet clásico de Moscú, en la falta de una orquesta. Evidentemente una orquesta acompañando a los bailarines haría, tal vez, insoportable el gasto de una gira como ésta. Nos tenemos que conformar con música enlatada, música que nunca sonó más enlatada que anoche. No se crecía ni se emocionaba con los bailarines... Tal vez de actuar con una orquesta se pondría más de manifiesto lo que resulta más que evidente aun sin ella: la falta de espacio en el escenario del teatro para llevar a cabo semejante obra. A Spartacus le sobraban piernas y saltos, o le faltaba escenario. En las escenas de la lucha, cuando se entrecurzaban gladiadores y legionarios, varias veces, como en una plaza concurrida, estuvieron a punto de chocar. Y un piso mal preparado hizo trastabillar al actor principal y casi caerse a una bailarina. Quizás se debería tener en cuenta todo esto en vez de centrarnos con las inútiles discusiones de si derribar el teatro o no. Tal vez ante ballets como éste se pudiera aprovechar el inútil espacio de la orkestra. Creo que son cosas que se deberían tener en cuenta.

Por lo que respecta a la obra en sí, pudimos disfrutar de un primer acto con un ritmo trepidante, con un colorido y una plasticidad envidiable. Un primer acto en el que al espectador no se le daba ni un momento de respiro. Lleno de imaginación y sensibilidad, y con unos bailarines excelentes. De entre ellos cabe destacar a Nikolay Tchevytchelov, aunque no desmerecen en nada el resto de sus compañeros.

Un espectáculo, en fin, digno de ver, aunque para ello haría falta un escenario más grande, y una orquesta. O llevar semejantes espectáculos a otros lugares y por más tiempo. Pese a todo, fue una delicia, con unos cuadros, la fiesta, el sacrificio en el templo, etc., memorables y llenos de encanto. Hasta nos hicieron olvidar los altavoces y la falta de espacio. Ha sido una suerte disfrutar de semejante espectáculo, aunque con las limitaciones apuntadas. No olvidemos quiénes somos ni donde estamos.

 

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