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16-03- 2003

Raquel Hernández, EL PAIS, Madrid

Un curso estudia el papel de las fortificaciones en la cultura ibérica
Un total de 80 alumnos e investigadores de la historia de los iberos clausuraron ayer en la residencia universitaria Jorge Manrique de Segura de la Sierra (Jaén) el curso sobre Arte y Arqueología Ibérica centrado en la función de las fortificaciones iberas en la Península, organizado por el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica (CAI) de la Universidad de Jaén.
    Fernando Quesada, profesor de la Unversidad Autónoma de Madrid y experto en el tema de la guerra durante la antigüedad, defendió las tesis que otorgan a las fortificaciones una función de prestigio, delimitaciín y control interno del territorio que van mas allá de la función puramente defensiva. "El hecho de que no se hayan encontrado hasta la fecha elementos de asedio avala la postura de que los iberos apostaron por sistemas de defensa activos", precisó Quesada en la inauguración del curso.
    Arturo Ruiz, director del CAi y coordinador de las jornadas, compartió la postura de Quesada y consideró las murallas y torres de las fortificaciones como el punto de partida del sistema urbano de los oppida o poblados ibéricos. Porque "es a partir del siglo VIII a. C. cuando se acelera este proceso con la fortificación de asentamientos y su conversión en núcleos urbanos que atraen a una población rural hacia el nuevo tipo de organización social", aclaró Ruiz. El director del CAI hizo un repaso por las fortificaciones del valle del Guadalquivir y especialmente por la muralla de Puente Tablas en Jaén, considerada por la Universidad de Cambridge como "la más representativa del sur de la Península".
 
Saqueo de cosechas.
Otros de los temas discutidos por alumnos e investigadores provenientes de las comunidades autónomas de Cataluña, Valencia, Galicia, Castilla y León, Aragón, Madrid, Castilla-La Mancha y Andalucía fue el concepto de guerra en la sociedad ibera, que se asentó desde el sur de Francia a Andalucía hasta la llegada de los primeros romanos. Así, se llegó a la conclusión de que la actividad bélica de los iberos tenía un carácter muy estacional, marcado por el objetivo de saquear cosechas y rebaños más que por la destrucción del enemigo. Quesada se mostró partidario de dar por buenas las cifras citadas por algunos historiadores romanos que hacen referencia a ejércitos que alcanzaron el número de 30.000 soldados en los casos de "un esfuerzo máximo de las confederaciones iberas".
    Aunque por fortificación ibérica se entiende toda aquella anterior a la época romana, Arturo Ruiz destacó la diversidad en las características de los yacimientos arqueológicos estudiados. Esto, explicó, se debió a que se construyeron en zonas geográficas muy diversas y en diferentes épocas que dieron lugar a técnicas de construcción que varían unas de otras. Si bien, precisó Ruiz, en éstas siempre predominan la base de piedra y la mezcla de adobe.

 

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