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30/11/03

LUIS MORENO NIETO / TOLEDO ●  www.abc.es

Cueva de Hércules: se deshizo el mito
Después de siglos de leyendas en torno a la famosa Cueva de Hércules, los precisos informes de los técnicos han venido a deshacer un mito envuelto en halos mágicos y nigrománticos. En el siglo de Internet y las nuevas tecnologías, la realidad ha venido a informarnos que el mito son depósitos hidráulicos que construyeron los romanos para uso doméstico

TOLEDO. Ante la noticia de que la Comisión Ejecutiva del Consorcio de la Ciudad de Toledo ha aprobado recientemente la primera fase de rehabilitación de la Cueva de Hércules, el cronista se pregunta un tanto perplejo si la Cueva de Hércules existió realmente o se trata nada más y nada menos que de una de tantas leyendas que van pasando de unas a otras generaciones de toledanos.

Después de investigaciones muy serias y con la aportación de sólidos argumentos de ingenieros, Carlos Fernández Casado y José Antonio García Diego han logrado deshacer un mito que durante muchas generaciones de toledanos se ha ido transmitiendo de padres a hijos sin que nadie hasta ahora consiguiese desmentirlo: el de la cueva de Hércules.

Envuelta en el ropaje de la poesía y aún de la historia -en Toledo nunca se sabe dónde acaba la historia y dónde comienza la leyenda- esta fábula de la cueva de Hércules anda impresa en cien libros sobre la Imperial Ciudad.

Llegó a decirse que desde el desaparecido templo de San Ginés llegaba hasta el Tajo y aún más allá. Aseguraban unos escritores que fue Hércules quien la cavó; otros, que los romanos de tiempos de Aníbal; un clérigo afirmó que fue parte de un templo fenicio; en la Edad Media se dijo que en ella se reunían magos y hechiceros. En 1546 el cardenal Martínez Silíceo quiso acabar con la leyenda y la mandó explorar; en 1851 bajaron unos jóvenes deseosos de aventuras y no vieron...sino una estancia de quince metros de larga por diez de ancha, no muy profunda.

Otras personas la exploraron también durante los últimos años. Ninguno pasó de allí porque no podía pasar; no había galerías, ni pozos, ni escondidos tesoros, ni misteriosos laberintos, como afirmaba la fantasía popular.

En un estudio publicado el año 1973, Carlos Fernández Casado llegó a la conclusión de que la cueva de Hércules era sencillamente el depósito final del abastecimiento romano de aguas a Toledo que empezaba en la presa de Alcantarilla y tras de recorrer 38 kilómetros cruzaba el Tajo por un acueducto del que se conservan aún los estribos. Y más recientemente José Antonio García-Diego, en una monografía sobre el tema, publicada en la revista de Obras Públicas, con abundante aportación monumental, confirma esta tesis y la demuestra sobradamente. Aparte de que la prolongación del eje del acueducto casi coincide exactamente con el emplazamiento de la «cueva», la cota de aquel es es diez metros más alta que la de ésta; situada en lo que fue Judería Menor, barrio denominado «Alcaná» o «El Alcaná», vocablos derivados de «el canal».

La fábrica de los arcos y elementos que se conservan en la «cueva» es, por supuesto, romana. García-Diego describe incluso cómo sería en sus tiempos este depósito terminal o «castellum» romano y termina su trabajo diciendo: «La hipótesis sobre la función de la obra parece completamente comprobada. Si se quiere saber más o incluso poder estudiar y también mostrar al público un tipo de estructura hidráulica romana poco corriente bastaría hacer excavaciones de coste muy moderado y que no tendrían por qué afectar a los legítimos intereses de los propietarios de las casas en que los restos de la obra se encuentran; ello sin más que proyectar una entrada independiente e indemnizar por superficies de poca entidad».

Interesante sugerencia que, de llevarse a la práctica, completaría el conjunto de monumentos romanos que Toledo ofrece hoy al visitante.

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