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20/04/04

Jesús Fraga / León ● www.diariodeleon.es

De Braga a Astorga por la Vía Nona
Esta calzada romana aspira a ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

En el año 137 antes de Cristo, el procónsul Décimo Junio Bru-to sometió a la ciudad lusitana de Oporto y continuó con su campaña militar hacia el norte. Las legiones romanas avanzaron victoriosas hasta que un escollo imprevisto las detuvo en seco: los bravos soldados temían cruzar el río Limia, al que habían identificado como el Leteo, el río del olvido. Hubo de ser su comandante el que lo vadeara primero y los demás le siguieron. Fue el comienzo de la romanización de Galicia.

Hasta ahora, la red viaria podía considerarse las «hermana pobre» del patrimonio romano, en todo el territorio de lo que se llamó Hispania. Existen experiencias aisladas como la recuperación de tramos de la vía que conectaba Mérida con Astorga o la Vía Nova, que conecta esta ciudad con Braga y para la que se acaba de pedir la declaración de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. Los romanos dividieron el territorio del noroeste de la Península en tres áreas administrativas o conventos: el Lucense, cuya capital era Lugo; el Bracarense, con base en la ciudad ahora portuguesa de Braga; y el Asturicense, cuyo núcleo principal era Astorga.
 
Tres eran las vías más importantes que comunicaban estas ciudades: la Vía XVIII, también llamada Vía Nova, la XIX y la XX. La Vía Nova recibe este nombre ya que se terminó en el año 79 después de Cristo, siendo emperador Flavio Tito, figura en el itinerario de Antonino, una especie de guía de viaje de aquellos tiempos. Además de las tres vías principales, cuyo uso sería en principio militar, existía una red secundaria numerosa, en peores condiciones, pero que enlazaba ciudades y áreas de importancia. Al ser un trazado complementario, los materiales usados eran de peor calidad, aunque los romanos por lo general utilizaban las piedras del entorno en el que se hallaban. Como testimonio de las vías romanas se encuentran los miliarios. Son columnas de piedra que se ubicaban en las calzadas para señalar la distancia de mil pasos, lo que actualmente equivaldría a unos 1480 metros. Sobre su superficie se escribía el nombre del emperador o de los magistrados que habían construido la carretera, además de la cifra que señalaba, por lo que son una fuente de especial utilidad para conocer las obras públicas y sus responsables. La ingeniería romana dejó una huella importante en sus puentes, muchos de los cuales hoy se siguen utilizando. Del mismo modo que la existencia de un «Puente Romano» puede indicar su origen en la romanización, son muchos los nombres que han perdurado desde aquellos tiempos y que se han relacionado El Instituto de Historia del CSIC acoge, desde desde ayer un Curso de Numismática Antigua, dirigido a especialistas de historia y arqueología militar, para dar a conocer las novedades arqueológicas, epigráficas y numismáticas y sus nuevos enfoques históricos. Este seminario está incluido en el proyecto Vias augustas, que propone un nuevo itinerario turístico-cultural transfronterizo tomando como base las calzadas romanas XVII y XVIII (entre Braga y Astorga). El proyecto apuesta por un mejor conocimiento de las vías romanas para permitir así el estudio del cambio cultural y económico producido tras la conquista romana, gracias a la nueva red viaria y a las tropas militares situadas en la región. La circulación monetaria en estas vías y campamentos militares permite además calibrar la rapidez con que esta zona se integra, a través de medios militares o civiles, en el resto de las provincias de Hispania.
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