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2/12/2004

J.S./Logroño ● www.larioja.com

El nombre de la cosa
El Códice 31 está concebido como un glosario enciclopédico y su valor actual radica en las aportaciones lingüísticas que atesora.

Contaba el periodista Matías Prats, famoso por su rico vocabulario y dominio del idioma, que estas habilidades no eran en modo alguno innatas sino aprendidas y que las cultivaba leyendo a diario el libro más apropiado para ello, el diccionario, al que él llamaba ingeniosamente 'el nombre de la cosa', parafraseando el título de la novela de Umberto Eco.

En El nombre de la rosa, por cierto, una congregación de monjes tiene prisionera bajo siete llaves una riquísima biblioteca de obras que consideran peligrosas. Novela, es cierto; pero no es menos cierto que en la Edad Media se propagó una especie de oscuridad cultural muy contraria al periodo clásico, que arrinconó la erudición a lugares como los monasterios y que sólo gracias a monjes copistas sobrevivieron ejemplares del saber humano hasta que la genial invención de la imprenta popularizó algo que hoy es tan común como el libro.

Del mismo modo que en la actualidad utilizamos el diccionario para comprender totalmente un texto, los amanuenses medievales dedicados a copiar obras recurrían a glosarios en los que recogían muchas glosas para explicar voces latinas que eran difíciles de comprender. Es el caso del Códice 31 de San Millán de la Cogolla, que «recoge gran parte del saber de toda la antigüedad clásica y medieval, la información enciclopédica que una persona podía tener del siglo X al XIII», según los profesores Claudio y Javier García Turza.

Hasta el momento, sin embargo, se había prestado escasa atención a las ediciones de los glosarios en general, a pesar de que su existencia era bien conocida por los investigadores desde finales del siglo XIX. Pero los García Turza han considerado necesario «conocer la elaboración integral de estos grandes repertorios léxicos como ayuda excepcional para captar en profundidad el sentido y el valor de muchas glosas que explican las voces latinas difíciles de comprender, y descubrir en ellos su información enciclopédica, la heterogeneidad de sus fuentes y su extraordinaria aportación lingüística».

Metidos a analizar su valor, el Códice 31 transmite el diccionario enciclopédico latino-latino más original y rico en contenidos de cuantos se conocen en la España altomedieval, afirman los dos filólogos. Su caudal léxico es extraordinariamente copioso y pródigo en explicaciones amplias, aspecto que le distingue con claridad del resto de los glosarios hispanos. En su elaboración se usaron diversos 'lexicones': glosas relacionadas con el Liber Glossarum, artículos procedentes de los glosarios Abstrusa, otros vinculados a repertorios medico botánicos, bíblicos, etcétera. «Esta característica -aseguran- conlleva la exigencia de una biblioteca con fondos bibliográficos suficientes y un ambiente cultural propicio. Aquel que caracterizó precisamente al monasterio de San Millán de la Cogolla».

Pero el interés del glosario se acrecienta de forma especial por las aportaciones lingüísticas que atesora. En él abundan las voces que, por la peculiaridad de sus significantes o de sus significados, habrán de completar y enriquecer los diccionarios del latín medieval. En él proliferan los fenómenos fonéticos y morfológicos sumamente valiosos para los estudios diacrónicos del español.

Sobre todo, la contribución de este códice a la historia del léxico español es «de indudable trascendencia» porque, unas veces, la forma de algunas de las palabras recogidas permite concretar una realidad lingüística; otras, resuelve, o ayuda a resolver, problemas etimológicos. En ocasiones, los términos registrados vienen a ocupar los vacíos intermedios en la historia léxica correspondiente y, con bastante frecuencia, se encuentran palabras que destacan por el valor de su antigüedad. «Por todo ello -concluyen los García Turza- nos parece necesario realzar la utilidad de estas aportaciones para el estudio lingüístico del latín medieval y, en especial, del iberorromance primitivo».

Centro neurálgico medieval

Actualmente, los investigadores dedicados a la historia de la filología y de la cultura hispana altomedieval coinciden en atribuir un valor intelectual muy alto a la actividad lexicográfica llevada a cabo en los monasterios de la Península Ibérica.

«Conviene insistir -apuntan los profesores Claudio y Javier García Turza en el prólogo de su estudio- en que gran parte del saber de la antigüedad clásica y medieval está recogido en obras de esta naturaleza, lo que las convierte en monumentos imprescindibles para conocer la historia de la civilización de la Edad Media». Por otra parte, se trata de textos que deben incluirse entre las fuentes básicas para el conocimiento del iberorromance primitivo.

«Y hoy nadie pone en duda -sentencian- que el monasterio de San Millán de la Cogolla se convirtió entre los siglos X y XI en el centro neurálgico de esa producción cultural».

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