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12/01/2004

Juan Antonio Vizcaíno ● www.larazon.es

«El auto de la sibila Casandra»

El teatro del dramaturgo portugués Gil Vicente (1465-1536) pertenece a la escuela salmantina. Su obra se inscribe en la tradición de Juan del Encina y Lucas Fernández. Aunque Vicente escribía desde la Corte de Portugal, no dudaba en adscribirse al prestigio creciente de una Salamanca que rivalizaba con Alba de Tormes en ser la capital literaria de España a comienzos de 1500. Gil Vicente escribe obras en portugués, en español y en ambas lenguas. La convivencia estrecha de ambos pueblos era habitual en la época, y las relaciones de los cortesanos todavía más. El emperador Carlos casaría con una portuguesa que sería la madre de Felipe II.
   Gil Vicente es el Lope de Vega temprano del teatro ibérico. La mezcla que realiza de lirismo, poesía bucólica y marinera, sátira de costumbres, y el intenso aroma religioso, pagano y bíblico vertido en sus obras le entronca con los mejores dramaturgos en lengua española del Renacimiento.
   Su «Auto de la Sibila Casandra» (1513) es un alarde de modernidad, pues establece una protagonista absoluta, Casandra, en plena intriga dramática, que no se quiere casar con el pastor Salomón ni, por otra parte, tener ningún marido. La Casandra de Vicente es un ancestro directo de la Nora Helmer de «Casa de muñecas» de Ibsen. El feliz espectáculo que dirige Ana Zamora es una prueba de entendimiento de la modernidad del autor y hasta de su experimentalismo. La buena factura escénica del telón, del retablillo y de todo el vestuario, así como la dinámica utilización del espacio teatral, transforma el auditorio en un viejo corral de comedias donde se va a representar mágicamente un Auto a la luz de las velas. El sentido de la intimidad absoluta que puede experimentarse en la ceremonia del mejor teatro se fomenta con un grupo femenino que interpreta devotamente música y canciones de la época con bellísimos instrumentos.

Precisión y viveza

Asimismo, los actores realizan una entonada y prosódica interpretación del texto, de gran precisión y viveza. Los personajes de los tíos de Salomón y las tías de Casandra se han resuelto con un coro de divertidos y coloristas fantoches masculinos de eficaz movimiento danzístico. Como apoteosis final, el montaje se adentra en el mundo de los títeres con una gracia y poesía que resuelve con emoción, humor y elegancia todo el aparato del nacimiento de Cristo. Muy probablemente no se haya hecho en España una representación tan primorosa, virtuosa y humanística dentro del Teatro del Ciclo de Navidad desde que García Lorca y Falla organizaron aquella histórica Velada de Títeres de Cachiporra en la Huerta de San Vicente el día de Reyes del año 1929.
   Vaya al teatro de la Abadía a ver este exquisito espectáculo. Siéntase un privilegiado. Lo único que resulta incomprensible es que la obra se haya estrenado después de las Festividades navideñas, aunque ese es otro asunto. Finalmente, hay que señalar que el espectáculo está dedicado a la escritora recientemente desaparecida Dulce Chacón. El regalo está a la altura de la pérdida.

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