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25/02/2004

Octavio Pérez Valladares ● www.rcm.cu

Año bisiesto: señal de que al tiempo no lo podemos medir
El tiempo, que “sólo le teme a las pirámides”, es objetivamente inabarcable y el hombre, para su beneficio, ha intentado fraccionarlo, medirlo, lo que a mi consideración no es más que una aproximación hacia el conocimiento sobre el ente capaz de destruir castillos medievales.

Si me preguntaran: ¿Qué es el tiempo? Diría que la posibilidad que tienen los cuerpos de cambiar de lugar en el espacio, el vuelo del pájaro cansado que busca la rama, la llegada del nuevo amanecer, las sensaciones de calor o frío, y que los días sean iguales y a la vez diferentes.

Por lo expresado y no pasar por alto que este 2004, precisamente, es año bisiesto y para recordarles el porqué, permito entonces a la Historia que me lleve de la mano.

Los antiguos babilonios tenían un calendario lunisolar de 12 meses lunares de 30 días cada uno y añadían meses extras cuando necesitaban mantener el calendario en línea con las estaciones del año.

Los antiguos egipcios fueron los primeros en sustituir el calendario lunar por un calendario basado en el año solar. Midieron el año solar como 365 días, divididos en 12 meses de 30 días cada uno, con 5 días extras al final.

En la antigua Grecia se utilizaba un calendario lunisolar, con un año de 354 días. Los griegos fueron los primeros en intercalar meses extras en el calendario sobre una base científica, añadiendo meses a intervalos específicos en un ciclo de años solares.

Los que pudieron dedicarse a observar las estrellas en la antigüedad, mientras otros trabajaban, intentaban fijar los días e incluso los meses y los años en un sistema de tiempo coherente o calendario.

Como ni un mes completo ni un año completo contienen exactamente un número entero de días, los creadores de calendarios asignaban a los sucesivos meses o años diferente número de días, que sacando una media, se aproximara al valor real.

Por lo anterior el calendario moderno incluye 97 años bisiestos en cada período de 400 años, de modo que el número medio de días por año sea de 365,2425, muy próximo a 365,24220, el determinado astronómicamente.

Febrero tenía originalmente una duración de 29 días, aunque posteriormente se transfirió un día al mes de agosto. Actualmente, tiene 28 días en años ordinarios y se añade un vigesimonoveno día en años bisiestos.

El denominado año bisiesto, resulta el período de 366 días que excede en un día al año común. El día añadido se aplica al mes de febrero, que pasa de 28 días a tener 29 en los años bisiestos.

La expresión ‘bisiesto’ procede de bis sexto calendas martias, nombre que los romanos daban al día 25 de febrero cuando el año era bisiesto, y en el que se intercalaban seis días antes de las calendas del mes de marzo.

La Historia dice que asesorado por sus astrónomos, Julio César reformó el calendario romano del rey Numa Pompilio y, debido al retraso que este presentaba respecto al año solar, añadió cada cuatro años un día más; sin embargo, la reforma juliana producía un error de un día cada 128 años.

El papa Gregorio XIII, en su reforma conocida como calendario gregoriano, actualmente en vigor, estableció que el año bisiesto requería que las dos últimas cifras del número del año fueran divisibles por cuatro, pero que, además, el año no terminara en dos ceros; en este caso sólo se consideraría bisiesto si fuera divisible por 400.

Algunos ejemplos son: el año 2044 es bisiesto porque 44 es divisible entre cuatro; el año 2001 no es bisiesto porque 01 no es divisible entre cuatro; el 1900 no es año bisiesto porque termina en dos ceros y al dividir este número entre 400 no da un número exacto; el 2000 es año bisiesto porque, aunque termina en dos ceros, sí es divisible entre 400.

De cualquier forma, el calendario gregoriano arrastraría una diferencia respecto al año solar de más de un día cada 4.000 años, por lo que los años divisibles por 4.000, como el año 4000, 8000 o 12000, que tendrían que ser bisiestos según la regla descrita anteriormente, no lo son.

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