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03/07/2004

Las Curado ● www.hoy.es

¿La estulticia de Claudio?
El Festival de Teatro Clásico de Mérida, en su quincuagésima edición, presenta 'Yo, Claudio', en la versión de Alonso de Santos. La veremos.

El Teatro (con mayúsculas) es el género necesario, decía hace unos años en este mismo diario, para que no desfallezca la cita anual emeritense.

Claudio es un emperador especialmente tratado por el biógrafo por excelencia de los doce Césares: Suetonio. Las observaciones sobre su figura que desarrollaremos a continuación, quieren o pueden ser, en el momento de presenciar la obra teatral de Carlos Planas, y en la escenificación de Claudio por el variopinto actor Héctor Alterio, algo más para comprender su vida. Tonto, estúpido, idiota, son expresiones, que en su larga vida, serán muy frecuentes en su descripción, y algo de ello nos ha llegado a nosotros ocultando todo lo demás.

Su madre, su abuela y su hermana, todos en palacio lo consideraban tonto, y sin embargo, por una tontería de la vida política romana, por azar, llegará a ser Emperador. De tonto nada, nos sale muy listo: compra el Imperio a la guardia pretoriana.

La madre naturaleza no le mima, una enfermedad de la infancia neurológica le deja tarado física y mentalmente: cojo, tartamudo, baboso, cabeceante, distraído, apático, miedoso; caricatura que le salvaría la vida.

La locura de la vida política romana envuelve su historia y evita su insania con una fingida estulticia. Pasará desapercibido para los lunáticos emperadores que le preceden: Tiberio y Calígula. Llegará a los cincuenta años de vida ileso, apasionado por la cultura: sabe hablar con soltura el griego, especialista en historia y eutrología, escribe cincuenta volúmenes, añadió tres nuevas letras al alfabeto, mejoró la calidad del papel, recitaba versos de Homero; son suficientes avales para descartar la discapacidad intelectual.

Se casa con cuatro mujeres, ¿no era tan tonto o sí?, desgraciadamente una le sale ninfómana y la última lo mata. Entre tantas alguna le saldría mala.

Agripina, su última mujer, madre de Nerón, en complicidad con su médico griego y su eunuco degustador, lo envenena: una suculenta seta rellena de opio y acónito; con ella lo dejan paralizado, casi en coma, mas necesita una nueva dosis de la pócima y vuelve su mujer a rematarlo.

Claudio había claudicado mucho antes, estaba hastiado de la vida política, aburrido, embriagado por los placeres de la comida y de la bebida. Busca la muerte, baja la guardia y espera el golpe que acabe con su sufrimiento existencial.

Un niño que iba para 'tonto de pueblo' hace de su tiempo imperial, catorce años de reinado, los años más plácidos del siglo I.

El despiste, tan necesario en política y en la vida, es el arma mejor usada para adaptarse y descolocar a la muerte. Vale.

LAS CURADO es Médico especialista en Psiquiatría.
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