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26/05/2004

Miguel Ayanz ● www.larazon.es

«Fedra»
La «Fedra» que dirige Joan Ollé no es una apuesta fácil. Los versos alejandrinos de Jean Racine cuestan al principio. Hubo quien se salió a los diez minutos. Otros aguantamos... y la paciencia tuvo su premio. Cuando el espectador se deja llevar por la música de las palabras, los versos se convierten en un torrente de pasiones que embriaga. Recuerdo una emoción similar la primera vez que vi un espectáculo de Robert Wilson. De repente, el teatro cobra un nuevo sentido: no todo está inventado. La propuesta de Ollé se acerca a la del director texano: movimiento fraccionado, actores casi convertidos en estatuas que se lo juegan todo a la voz y al verso. Ollé sigue este camino y, como aquél, reduce la escenografía al mínimo, aunque deja más libertad expresiva a su reparto. El resultado es abrumador. Buena parte del mérito lo tiene el trío literario que hay detrás del montaje: la adaptación de Rosa Chacel y la traducción de Pere Gimferrer y Eduardo Mendoza llenan la escena de versos bellísimos y de tragedia. Y no es poca, porque esta «Fedra» tiene todos los elementos: el amor ¬el que siente Fedra por su hijastro Hipólito, y el de éste por Aricia¬, la traición ¬a Teseo, el rey ausente y dado por muerto¬ y, finalmente, la muerte.

Podría decirse que Rosa Novell es el corazón de esta «Fedra» con su emoción a flor de piel y su voz cálida y gélida según los momentos. Está inmensa, una Fedra inolvidable. Pero luego aparece Joaquín Hinojosa, y entonces cuesta elegir, porque imparte una lección actoral. La voz le sale de las entrañas a su Teseo, duro y visceral. Brillante la Enone de Angels Foch, y muy emotivo el Terámenes, al que da vida Lluís Homar. En su sitio también la Aricia de Maria Molins y las Ismene y Panopa de Andrea Montero y Xenia Sevillano. Entre todos, arrastran al espectador a un remolino de emociones del que sólo le saca el Hipólito de Gonzalo Cunill, el único punto flojo de la función por su pronunciación, átona e invariable.

En cualquier caso, esta «Fedra» es un montaje a lo grande. En justicia, debería ser recordado durante muchos años. Aunque, vista la reacción del público del estreno ¬unos tibios aplausos¬, quién sabe. ¿Qué más querrán?

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