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25/05/2004

El País● www.elpais.es

Brad, heredero de los dioses
Brad Pitt se convierte en un dios griego para la pantalla grande interpretando a Aquiles en Troya

Asegura el actor que le saca provecho a sus 40 recién cumplidos.

La etiqueta que le colgaba la revista Vanity Fair de “típico americano” le queda que ni pintada a Brad Pitt. Rubio, alto, ojos azules y guapísimo, este galán de cine por el que suspiran generaciones y generaciones de hombres y mujeres cumplió 40 años hace unos meses; se estrena como amante de Angelina Jolie en la película Mr. and Mrs. Smith; está felizmente casado con Jennifer Aniston y se convierte en un dios griego para la gran pantalla interpretando a Aquiles en la odisea de Wolfgang Petersen: Troya.

Este verano las piernas de moda no serán las de Beckham sino las de Pitt que, con su falda de guerrero, dejará que el mundo admire sus muslos seduciendo a golpe de espada y más de uno disfrutará el fetichismo que provocarán sus débiles talones en Thelma Actor, arquitecto y ahora productor, con su nueva compañía Plan B, que ha creado junto a su esposa Jennifer Aniston, Brad Pitt disfruta de nuevo con personajes que muestran su singular fisonomía.

Atrás quedan Snatch, 12 Monos o El Club de la Pelea, donde trató por arte del maquillaje de esconder su belleza y mostrar al público su talento para la interpretación. Superada la crisis, Pitt encabeza esa lista de cuarentones que el mundo admira como si fueran adolescentes, sus aliados en este triunvirato son Tom Cruise y Johnny Depp, aunque Orlando Bloom trate por todos los medios de arrebatarles el puesto.

Representando a Aquiles en Troya, Pitt seduce y sorprende, no en vano sabe bien lo que es estar considerado un semidios, sambenito que gracias a su físico recibió cuando debutó en la película Thelma y Louise. Es precisamente gracias a intérpretes como Brad Pitt por lo que en la historia moderna se venera a los actores como si fueran los nuevos miembros del Olimpo.

-Estamos asistiendo a un renacimiento del cine épico. ¿A qué cree que se debe?

¿Quién sabe? Obviamente, Gladiator abrió la puerta en cierta medida. Personalmente, creo que es una combinación de casualidades y que tiene que ver con que los estudios tienen suficiente dinero para hacerlo, lo que debe tener mucho que ver.

-¿Qué es lo más duro de hacer en una película como Troya?

El esfuerzo físico. Lo más difícil, cuando se acerca el final del rodaje, es que cada vez es más duro seguir el ritmo, sobre todo cuando se trata de escenas de acción que requieren esfuerzo físico y no sabes cuándo vas a terminar. Eso me pone un poco nervioso. Si empiezas a correr y sabes que tienes por delante cinco kilómetros, puedes calcular qué ritmo tienes que llevar para aguantar. Pero si los cinco kilómetros se convierten en siete, luego en ocho y luego en diez… No se me ocurre otra forma de explicarlo.

-¿Pensó mucho en cómo era Aquiles y en qué le pasaba por la cabeza?

Claro, ahí es donde entra la investigación. Cuando lees el guión, te das cuenta que detrás hay una gran historia, la Ilíada, de Homero. Tiene mucha fuerza pero, después de leerlo por primera vez, todavía no podía identificar exactamente de dónde le venía. Y ahí es donde entra el descubrimiento, las cosas empiezan a salir a la superficie.

-¿Cómo elige sus proyectos?

Nunca lo tengo claro hasta que termino el último. Sé que la gente los ordena y tiene compromisos posteriores mientras rueda, pero creo que eso no suele salir bien. En realidad nunca lo tienes demasiado claro… Supongo que lo que buscas es algo que nunca hayas hecho antes. Quieres encontrar algo nuevo.

-¿Cree que es precisamente en papeles como éste, de Aquiles, en los que el público quiere verle?

No soy la persona más apropiada para contestar a eso. No sé qué quiere la gente porque, si lo supiera, tal vez intentaría ir en la dirección contraria. Me gusta interpretar a personajes en los que me interese profundizar. Y tiendo a pensar que si para mí es algo nuevo y refrescante habrá más gente a la que le resulte interesante.

-¿Cómo es Wolfgang Petersen?

Es un tío grande. Estaba al cargo de una producción enorme como ésta, la mayor en la que he trabajado, y siempre era el colmo de la amabilidad. La infinidad de cosas que pueden salir mal nunca le inmutaban. Nos dio mucha libertad respecto a cómo queríamos construir los personajes y tiene un gran sentido del humor. Hace falta alguien como él para manejar una producción de estas dimensiones.

-¿Le resulta más duro prepararse para una película ahora que ya tiene 40 años?

Bueno, te sorprendería lo que puede hacer por ti la crisis de los cuarenta: te da alas para plantarle cara a toda la tortura física a la que tengas que someterte. Tanto en el trabajo como en la vida, siempre estoy reevaluándome. Me encanta cumplir años por la sabiduría que vas adquiriendo.

-Se ha dicho que las piernas de Aquiles no son las suyas…

¿Tú qué crees? (Ríe). ¡Todo lo que ves es mío, muñeca! No sé qué más decirte.

-Siendo un actor que lo tiene todo, ¿el éxito comercial sigue siendo importante?

Bueno, cuando la película funciona es mucho más divertido, pero cuando pienso en mis películas favoritas me doy cuenta de que no todas ellas triunfaron cuando se estrenaron. Hizo falta que pasara un tiempo para que la gente las aceptara. Pero no me gusta hablar de puntos álgidos o bajos de mi carrera. Creo que la vida es una sucesión de pequeños picos y valles.

-Ha participado en muchas películas de éxito, como Seven, Entrevista con el Vampiro o El Club de la Pelea, pero ¿qué piensa cuando mira al pasado y ve películas como Siete Años en el Tíbet o La Sombra del Diablo?

En La Sombra del Diablo tuvimos muchos problemas con el guión. Cuando empezamos a rodar, el guión que yo había leído y que me había gustado había desaparecido. Supongo que teníamos opiniones distintas, eso es algo contra lo que no se puede luchar. Y respecto a Siete Años en el Tíbet, a mí me encanta. Pasé horas y horas colgado de la ladera de una montaña y tuve un montón de tiempo para pensar, para mirar en mi interior. La escalada es una metáfora perfecta de la vida. Cuando estás tan cerca de la muerte te sientes más vivo que nunca. Es como una batalla mental: tú contra la montaña. Hice un montón de cosas de las que no me imaginaba capaz. Ése es el recuerdo que guardo de esa película.

-Cuando decide hacer una película, ¿toma alguna precaución?

Uno se arriesga en todas las películas. No hay forma de prever. Si una película resulta no estar a la altura de tus expectativas, mala suerte. No sé cuales son los puntos arriesgados que debería evitar. He visto cómo se destrozaban buenos guiones y cómo los directores mejoraban otros que no eran tan buenos. A veces hay que buscar otros puntos de vista y las cosas se fuerzan un poco.

-¿Siempre tuvo claro que triunfaría en Hollywood?

Siempre me han encaminado en ciertas direcciones y ha sido cosa mía esforzarme por lograr otros objetivos. Hablo en general pero, al principio, pensaron que yo encajaría bien en telecomedias. Pero, la verdad, eso no es para mí. Y, después de hacer Leyendas de Pasión, empezó toda la historia de ser protagonista. Y pensé: “Vale, eso está ahí. Pero antes quiero probar otras opciones, investigar un poco, y luego ya veremos”. Hay que empezar desde abajo. Cuantas más cosas pruebes, más claro tendrás qué funciona para ti y qué no.

-¿Por qué decidieron Jennifer y usted crear su propia productora, Plan B?

Nos tropezamos con muchas historias buenas y la idea de formar parte de ellas y darles cuerpo nos parece muy interesante. Además, queríamos ayudar a creadores a los que respetamos.

-Recibió terapia psicológica durante un año y medio. ¿Qué le ocurrió?

Me derrumbé, así que decidí intentar comprender cómo funcionaba por dentro. Para mí, la terapia es como ir a clases sobre ti mismo. Y es lo más sano del mundo: ayuda muchísimo. Creo que si todo el mundo se psicoanalizara no habría guerras. Personalmente, ahora que estoy casado y pensando en tener hijos, quiero estar seguro de que no voy a dejarles en herencia mis propias disfunciones, por inocuas que sean. Quiero entenderlas. Además, me parece fascinante.

-Está preparando Ocean’s Twelve, la secuela de Ocean’s Eleven. ¿Cuál es su anécdota más divertida sobre George Clooney?

¡Oh, vaya! No lo sé. A Clooney le persiguen unas cuantas leyendas. En primer lugar, no creo que en esa película tuviera una pinta tan afeminada como han dicho (bromea). Y en segundo lugar, lo de la halitosis no es verdad. En absoluto. En principio, lo que más me interesó fue trabajar con Steven Soderbergh. Me vendieron Ocean’s Eleven por el reparto estelar, eso lo veo claro ahora, al mirar atrás. Hacía mucho tiempo que no se hacía algo así porque económicamente no es viable. Y la idea parecía divertida, así que todos nos lanzamos. Cuando trabajas con tanta gente, el interés sobre ti se diluye y tú mismo acabas fijándote mucho en qué hacen los demás. Todo el mundo intenta sacar lo mejor de sí mismo.

-Se comenta que esos abdominales tan marcados los ha conseguido fumando tres cajetillas al día. ¿Es verdad?

(Ríe). ¿Quién ha dicho eso? ¿He sido yo? Estoy dejando de fumar. Los cigarrillos te quitan el apetito. Hace tres semanas, estuve una sin fumar y me di cuenta de que me moría de hambre. Pero la verdad es que no hago ejercicio. Simplemente tengo este extraño metabolismo (se encoge de hombros).

-¿Es molesto ser Brad Pitt?

Algunas veces. (Ríe).

-¿Cree que se les presta demasiada atención a las estrellas?

Sí, y también creo que es a los directores a quien deberíamos prestársela. Ellos son los que cuentan las historias y son mucho más interesantes. Adoro a los directores. Son gente fascinante, extremadamente brillante. El estrellato es como un juego, y tiene altibajos. El objetivo es seguir siendo un artista, no una personalidad.

-¿Entra en sus planes ponerse detrás de las cámaras?

No, porque tengo otros intereses y ya hay un montón de tíos que me gustan y que lo están haciendo muy bien. Preferiría construir algo arquitectónico.

-¿Ha tenido un mentor o alguien que le haya guiado en su carrera?

Es raro, pero no, nadie en particular. Creo que bebo más de otros actores. Cruise es un habilidoso hombre de negocios. Norton es muy inventivo. Benicio sabe penetrar un personaje. Clooney maneja el negocio como nadie, se lo pasa bien y sabe cómo hacerlo mejor que nadie que conozca. Así que supongo que he ido cogiendo cosas de mis compañeros.

-¿Cuál es su personaje favorito de los que ha interpretado hasta ahora?

Todos me gustan por una u otra razón. De hecho, creo que es mi papel de un segundo en Cómo ser John Malkovich.

-Para muchos actores, el Oscar es la mayor recompensa a su carrera. ¿Se ha puesto como objetivo ganarlo?

Creo que a mí no se me tiene en cuenta para eso. Hay demasiados premios. En mi opinión, deberían reunirse todos en uno. La televisión se inventó para vender cosas. Los premios se inventaron para darle un segundo impulso a una película. Todo gira en torno al dinero. Al mismo tiempo, para nosotros es divertido ir, mirar alrededor y ver qué han hecho los demás ese año. No quiero desprestigiarlos, estoy completamente a favor. No sé. Lo único que no quiero es que me den uno cuando sea viejo y sientan compasión hacia mí. ¡Eso no lo quiero!

-¿Tiene la sensación de que con Troya va a volver a estar en el centro de atención?

La cuestión es que hay tanta competencia ahí fuera que tienes que hacerte notar. Personalmente preferiría hacer las cosas y esconderme, porque te conviertes más en una personalidad que en un actor y cuanto más sepa la gente de ti, menos se va a creer que eres otra persona cuando interpretas un papel. Se corre ese peligro. Soy consciente de ello e intento evitarlo.

-¿Le gustaría trabajar con su mujer en una película?

De las parejas que trabajan juntas se suele decir que se dan el beso de la muerte (ríe). Y he aprendido del pasado; no hace falta que dé nombres, ¿verdad?

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