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21/04/2005

Efe

Teatro: un nuevo "Julio César" con un plantel de actores de lujo

Ver a Ralph Fiennes, Fiona Shaw y otros grandes actores del teatro shakespeariano interpretar "Julio César", en una nueva coproducción del Barbican londinense con el Teatro Español de Madrid, entre otros, es un auténtico lujo.

Había enorme expectación anoche en la capital británica por la puesta en escena de Deborah Warner, sobre todo por el extraordinario plantel de actores que ha conseguido juntar en esta obra, en la que utiliza además a un centenar de extras para las escenas de populacho.

Warner, sin duda la más famosa directora de teatro en lengua inglesa, ha trasladado a la actualidad el mundo romano: los senadores, con sus trajes y sus camisas blancas impolutas, parecen salidos directamente de un moderno consejo de administración.

El foro romano lo forman unas gradas rodeadas de vallas metálicas tras las cuales se agitan las masas, que la directora parece haber escogido al azar de la muchedumbre que puede verse diariamente de cualquier calle del centro de Londres o a la salida de un partido de fútbol.

Hay una clara intención de trazar paralelos entre la Roma que presenta Shakespeare y el mundo actual, aún más evidente por las fotos que acompañan el programa: soldados estadounidenses en las ruinas de los palacios de Sadam Husein, presos iraquíes con vendas en los ojos, y el presidente George W. Bush, saludando a su tropas.

El personaje de Bruto, interpretado por el gran actor que es Anton Lesser, tiene también, con su carácter nervioso y un punto histérico, algo del primer ministro británico Blair, como ha señalado algún crítico y, por si hubiera dudas, la foto del político laborista aparece también en el programa.

Y el campamento romano donde, en la escena final, las fuerzas de Marco Antonio, Octavio y Lépido, es un enorme hangar que podría estar en cualquier lugar del Irak invadido por la coalición anglo-estadounidense con los soldados romanos convertidos en militares con sus modernos trajes de campaña.

Uno de los logros del montaje es la actuación de comandos para retirar en acciones relámpago elementos del decorado, unas sillas, que han caído del techo en medio de un infernal estruendo.

Y sin embargo, ese "aggiornamento" de la obra de Shakespeare no convence siempre: resulta chocante oír hablar de los "idus de marzo" y de toda suerte de presagios a unos caballeros perfectamente encorbatados que podrían ser empresarios a punto de decidir una reestructuración de plantilla.

Sí funciona pese a todo, y maravillosamente, en la escena del asesinato de Julio César (John Shrapnel), con los senadores portando sus toga no sobre sus trajes de moderna confección: momento álgido de la obra que Deborah Warner maneja de modo magistral.

Fiennes, en el papel de Marco Antonio, un tanto histriónico en la primera escena cuando se prepara para la carrera, está, sin embargo, sublime en la famosa escena de la oración junto al cadáver de César, en la que consigue gracias a su retórica manipular a las masas y desencadenar una oleada de venganza contra los magnicidas.

Uno siente cómo al principio el futuro triunviro aparece un tanto nervioso, temeroso de que los plebeyos, enardecidos antes por Bruto, se vuelvan contra él en todo momento, y cómo va poco a poco ganando seguridad hasta que al final logra hacerse con ellos.

Warner ha sabido al mismo tiempo combinar el aspecto épico de la obra con el drama íntimo de los protagonistas: así Bruto (Anton Lesser) aparece como un individuo preocupado de su propia imagen, tremendamente neurótico e incapaz de tomar las decisiones correctas.

O Casio (Simon Russell Beale), a quien se presenta como un hombre con un fuerte sentido de la justicia y una enorme capacidad de amistad hacia Bruto, tal y como demuestra en los dramáticos momentos finales.

Excelente también Fiona Shaw, que encarna a una Porcia (esposa de Bruto) físicamente incapacitada y mentalmente perturbada por el drama que se avecina y que se siente incapaz de evitar.

A pesar de las más de tres horas que dura la obra, la tensión se mantiene en todo momento, a todo lo cual contribuye no sólo la excelente dirección de actores, sino también los decorados de Tom Pye, la iluminación de Jean Kalman, la música de Mel Mercier y los efectos sonoros de Chistopher Shutt.

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